Las calles de Caracas están llenas de gente que corre y hace largas filas para poder subir a sus “guaguas” o micros. En Chile y Ecuador les llamamos “guaguas” a los bebés que niñas-madres, como las de la foto llevan en sus brazos mientras buscan clientes a quien venderles sus arepas recién cocinadas y “calentitas”. No hay certezas en las calles, ni siquiera la de ganarse unos bolívares ese día. Me dice María que no hace mucho pensó en poner un puesto en la esquina de su calle para vender arepas. Hoy las que vende las compra a una panadera que le saca el 90% del valor con el que ella vende el producto en la calle. Su sueño es poner un pequeño puesto donde vender las arepas que ella misma hornée, pero para eso necesita dinero. El horno, una lata que enciende con carbón y un poco de leña, lo puede conseguir gratis, sólo necesita unos cuántos bolívares para comprar la harina de maíz y la manteca. De seguros, ni siquiera ha oído hablar en su vida. Y eso que está por cumplir los 35...
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